Algunas de las personas que se enferman de COVID-19 pueden presentar secuelas luego de recuperarse de la enfermedad. Estas incluyen síntomas muy diferentes que pueden durar algunas semanas o incluso meses.
Habiendo transcurrido un año y medio desde la detección del virus SARS-CoV-2, se observa que hay personas que se infectaron y tienen secuelas a mediano y largo plazo.
Entre las secuelas más frecuentes se encuentran: fatiga persistente o crónica, dificultades cognitivas (problemas de concentración, memoria, lenguaje), insomnio, problemas respiratorios (falta de aire, tos), problemas cardíacos (taquicardia, arritmias, miocarditis), dolor muscular y de articulaciones y pérdida del olfato, entre otros. Estos síntomas pueden mantenerse de pocas semanas a más de 8 meses luego de resuelta la infección.
Esta situación ha sido inicialmente llamada “long COVID” o COVID persistente (https://confiar.telam.com.ar/la-covid-19-puede-ser-una-enfermedad-persistente/#1588354789513-d2fc1bf0-5f13). Por esta razón, la Organización Mundial de la Salud recomienda realizar un seguimiento de los pacientes luego de la recuperación tanto si tuvieron síntomas como si fueron asintomáticos.
Aún no está claro cómo es que se producen estas secuelas a causa del virus y lo más probable es que existan múltiples mecanismos dependiendo de la secuela. Se cree que podría darse por el daño que generó la infección, por la respuesta desmedida del sistema inmune, o porque algunas partículas virales puedan permanecer por un tiempo prolongado en algunos tejidos. Aún se necesitan más estudios para corroborar esto.
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