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Aún no se sabe si las y los menores de 3 años tienen más probabilidad de transmitir el virus debido a cuestiones fisiológicas o a la imposibilidad de llevar adelante las medidas que evitan el contagio como distanciamiento social, medidas de higiene y uso de tapabocas y nariz.

Al inicio de la pandemia se creía que las niñas y niños no se contagiaban de COVID-19. En parte, porque el aislamiento y el cierre de las instituciones educativas evitaba que estuvieran expuestos al virus. Además, los testeos se realizaban principalmente en personas sintomáticas y la mayoría de los niños y niñas afectados por COVID-19 generalmente no se enferman con tanta gravedad y algunos no presentan ningún síntoma. Esto causó que muchos casos pediátricos no hayan sido diagnosticados y reportados.

 

Se realizó un estudio en Canadá donde se observó cómo era la transmisión del virus en el hogar a partir de un caso pediátrico. Así, a través de modelos matemáticos llegaron a la conclusión de que los y las infantes de entre 0 y 3 años tenían mayor probabilidad de transmitir el virus a sus convivientes en comparación con los y las adolescentes de entre 14 y 17 años. Sin embargo, esto puede deberse a que es casi imposible mantener aislado a un niño o niña de menos de 3 años del resto del hogar porque necesitan el cuidado de personas mayores. Además, es difícil que un infante pueda seguir las medidas de higiene que evitan la propagación del virus.

Por otro lado, la mayoría de los estudios han demostrado que la cantidad de virus en el organismo es similar en menores de edad y en adultos.

 

Por lo tanto, se deben profundizar los análisis para determinar si la diferencias observadas en el estudio se debe a que los y las menores de 3 años tienen más probabilidad de transmitir el virus debido a cuestiones fisiológicas o sólo a imposibilidad de llevar adelante las medidas que evitan el contagio como el distanciamiento social, medidas de higiene y uso de tapabocas y nariz.

 

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