Si pensamos en invierno, probablemente traigamos a la cabeza una sopita calentita, una bufanda suavecita y domingos enteros de convertirse en pastelitos horneados de canela. Pero, falta algo, ¿no? Y sí, los inviernos también vienen con tos, estornudos y congestión. ¿Y qué onda esto?, ¿por qué está relación tóxica entre el frío (tan lindo, ¿o no?) y la gripe (tan espantosa)? Seguramente te dijeron más de una vez que todo es culpa del frío (sobre todo si hablaste del tema con uno del team verano). Pero, ¿es tan así?
Aunque parezca mentira, la respuesta es no, el frío, de por sí, no nos enferma. Pero, cuando hace frío nos enfermamos más y de eso tenemos muchas pruebas y ninguna duda, ¿entonces cómo es?
Te explicamos desde el principio. La gripe y el resfriado común, los clásicos del invierno, son causados por distintos virus (y cómo han dado de qué hablar los virus estos últimos años). Estos bichos son parásitos obligados, lo que quiere decir que para subsistir necesitan de un huésped al que infectar. Ese huésped, en el caso de los virus de la gripe y el resfriado, son las células de nuestro tracto respiratorio.
Estos virus están todo el tiempo en el entorno, siendo transmitidos de una persona a otra, principalmente a través de los aerosoles que emitimos al hablar, toser y estornudar. Ahora, si los virus están todo el tiempo, ¿por qué no estamos engripados o resfriados todo el tiempo? Acá es donde aparece nuestro héroe o, quizás mejor dicho, nuestro ejército de héroes: el sistema inmune.
Nuestro sistema inmune es el conjunto de componentes del cuerpo que se encargan, entre otras muchísimas cosas muy importantes, de defendernos de los bichos que pueden infectarnos. Cuando la infección produce una enfermedad o daño en nuestro cuerpo, a estos bichos los llamamos patógenos. En el caso del tracto respiratorio, las barreras que tienen que cruzar los bichos que quieren ingresar son muchas.
Para empezar, en las paredes de nuestro sistema respiratorio (las que recubren la cavidad y por lo tanto están en contacto con el aire y todo lo que entra con él) hay dos elementos claves que evitan que los bichos puedan infectar con facilidad: el moco y las cilias
Pará, pará, pará… vos me estas diciendo ¿que los mocos son buenos? y las cilias, ¿qué son?
Si, los mocos son “buenos”. Su función es retener a los bichos que pueden infectarnos y también otras partículas que son indeseadas en nuestro cuerpo (por ejemplo, el polvo y el polen), impidiendo que entren en contacto con nuestras células.
¿Y las cilias? Las cilias son prolongaciones que se mueven todo el tiempo. Podés imaginarlas como los tentáculos de una anémona (anemonemona como diría Nemo) de mar, pero de tamaño minúsculo y están en cada una de las células de las paredes del tracto respiratorio. Con su movimiento, las cilias barren a los patógenos y funcionan como un filtro, evitando que lleguen a infectarnos.
Ahora, si los patógenos logran atravesar todas esas barreras de protección, además tienen que enfrentarse a algunos de nuestros soldados: células de nuestro sistema inmune que patrullan constantemente los tejidos, listas para actuar de manera inmediata en caso de una infección.
Entonces, si tenemos todos estos sistemas de defensa, ¿por qué nos enfermamos más en invierno?
Hay varios motivos. Lo primero que podemos decir es que en invierno, el moco se enfría y las cilias se mueven menos, y esto hace mucho más fácil el camino hacia el interior de nuestras vías respiratorias para los bichos.
Por otro lado, cuando nos enfrentamos a temperaturas bajas, nuestro organismo busca preservar el calor de las regiones más importantes de nuestro cuerpo. Con el objetivo de cumplir esta misión, nuestro organismo aumenta el flujo de sangre hacia el centro de nuestro cuerpo y al mismo tiempo disminuye hacia algunos sectores más periféricos, ¿y qué tiene que ver esto con las barreras de defensa? Precisamente, las células del sistema inmune, nuestro ejército de héroes dispuestos a defendernos hasta la muerte, viaja por sangre. Básicamente: si hay menor flujo de sangre, la respuesta inmune es menos eficaz, porque la autopista está con reducción de carriles. La menor respuesta por parte de nuestros soldados, provoca que los virus puedan replicarse mejor y sobrevivan más tiempo en nuestro tracto respiratorio superior, por donde ingresan.
Además, en invierno estamos menos expuestos al sol y, por lo tanto, a sus rayos UV, que contribuyen en la eliminación de los virus, favoreciéndose su supervivencia.
Como si todo eso fuera poco, cuando hace frío las personas tendemos a estar en lugares más cerrados, con poca ventilación para preservar el calor de los ambientes, favoreciendo un montón el contagio por vía aérea.
La moraleja de esto es: peleate con quien tengas que pelearte, pero en el bondi lleno se viaja con la ventana abierta no importa cuántos señores se opongan.
De la cabeza a los pies
¿Cuántas veces te dijeron que no andes en patas porque te vas a enfermar? ¿Y qué tienen que ver los pies con todo lo que dijimos hasta ahora? Parecería que nada, ¿verdad? Ah, ¡pero cómo hemos escuchado a la abuela decirnos que no nos quiere ver descalzos!
Ahora, ya que somos expertos en las pestes invernales, ¿qué tan cierto es este mito?
Como acabamos de leer, los virus de la gripe y el resfríado común, entran a nuestro organismo a través de las vías respiratorias que muy lejos están de los piecitos. Ningún bicho va a llenarte de mocos y tos, entrando por los pies, podés estar totalmente seguro de eso.
Ahora, lo que sí es cierto es que los pies están bastante lejos del corazón y del centro de nuestro cuerpo, donde la sangre se ocupa de preservar el calor en caso de bajas temperaturas. Por eso, es muy común tener los pies (y las manos) más fríos que el resto del cuerpo en invierno. Si te gusta andar en patas en tu casa, dale para adelante, pero te recomendamos unas mediecitas cuando hace frío, para no congelarte en el intento.
Ya llegó la primavera y algunos ya están contentos pensando en el calor que se viene, mientras otros están llorando el invierno que se fue. Pero no importa si sos fan o hater del invierno, cuando hace frío salí abrigado, mantené calentita la garganta y si podés, cuando estás con mucha gente, tapate la nariz y la boca, y ventilá, siempre ventilá; así los virus van a tener menos oportunidades y nosotros vamos a estar más seguros y saludables.
Por Ana Schafir y Lorenzo Erra
Edición: Ezequiel Petrillo y Guillermina Calo
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