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Este final de año fue atípico. Los diciembres en general tienen un sabor diferente, pero ¿éste? Fue demasiado y todo junto. Una fiesta, una alegría tan grande que se transportó a las calles de todas las ciudades, a cada casa y se metió en cada uno de nosotros. Incluso los que no somos fanáticos del fútbol experimentamos la emoción del hincha y salimos a festejar y cantar como nunca. Nos cansamos de ver imágenes de personas estalladas en llanto, incapaces de contener las lágrimas. Inolvidable la escena del DT Scaloni dejándose inundar por toda esa emoción y contagiándonos… ¡snif!

Qué tal si aprovechamos esta oportunidad para responder la siguiente pregunta:

¿por qué o para qué lloramos?

“… el que no llora, no mama…”

El llanto es un atributo con el que fuimos equipados, lloramos desde que tenemos memoria, de hecho es una de nuestras primeras actividades en el mundo exterior y se lo considera signo de buena salud, sobre todo en bebés, “cómo llora, mira que pulmoncitos tiene”, lo que automáticamente nos granjea una mirada de odio de los progenitores… Más allá o más acá de la crianza respetuosa, llorar es una forma de comunicación; un bebé llora porque necesita comunicar su incomodidad, y precisa que respondamos tratando de consolarlo. Entonces, llorar es algo que está naturalizado en nuestra experiencia humana, sobre todo durante la infancia. Y si bien es algo natural, no está exento de la lupa de la ciencia que nos muestra que al profundizar en el tema no solo encontramos lágrimas e hipos sino un mundo lleno de señales evolutivas que hacen al comportamiento humano.

Empecemos por su componente obvio, las lágrimas, podríamos citar miles de frases hechas, “conmovida hasta las lágrimas”, “sangre, sudor y lágrimas”, “lloré todo un río”, “lo que no se va en lágrimas, se va en suspiros”, “me reí hasta las lágrimas”, si bien en esas frases las lágrimas son tanto sinónimo de felicidad como de tristeza, claramente expresan una emoción fuerte.  ¿Hay diferencia entre las lágrimas de felicidad y de tristeza? ¿Las lágrimas se producen en el momento? ¿Tienen alguna función? ¿Solo es agua salada? ¿Saqué la pava del fuego…?  Entonces la cuestión no era tan simple como la plantea Moria en su famoso e icónico “si querés shorar, shorá”, pronunciado en correcto porteño, sino que es un tema mucho más complejo: involucra no sólo la función básica de las lágrimas sino también un cúmulo de señales químicas diversas. Volviendo a las lágrimas, son producidas de forma constante en el aparato lagrimal, formado por una serie de glándulas y conductos que se encuentran por encima de los ojos, para generar una película que mantiene la humedad e hidratación del ojo, permitiendo que se enfoque bien la luz y por ende que nuestro aparato de visión funcione. Las lágrimas también nos protegen de infecciones y de sustancias irritantes como puede ser el polvo, o el champú en la ducha, casos en los que generalmente aumenta la producción de estas. Están compuestas por agua y sales, como cualquiera que se haya “sorbido las lágrimas” sabe, pero además tiene lípidos, proteínas (incluso una propia llamada lacritina), inmunoglobulinas, glucosa y urea, entre otros compuestos. Y esa composición varía si son las lágrimas basales, es decir las que mantienen la humedad ocular de forma permanente, o hubo algún estímulo que nos hizo lagrimear, incluso la composición es diferente si este estímulo fue una película o el champú de hace un rato. Las tan mentadas “lágrimas de cocodrilo” que hacen referencia a lágrimas que fluyen cuando se finge dolor, no están ligadas a la acción de llorar, ni en el cocodrilo (que verdaderamente lagrimea) ni en aquellos humanos que fingen. Entonces podemos ver que el llanto no está necesariamente ligado a las lágrimas y que incluso si ponemos atención, hay varios tipos de llanto. Podemos diferenciar el llanto acústico, aquel compuesto principalmente por diversas vocalizaciones pero sin lágrimas, como el que ocurre en bebés recién nacidos o con pocos meses, del llanto psico-emocional que implica la producción de lágrimas. Experimentamos ambos durante transcurso de nuestra vida, como protagonistas de ese llanto o como destinatarios, dado que es una forma de comunicación que ocurre  en respuesta a diversos disparadores que nos generan una emoción profunda como pueden ser el dolor o la ira, el alivio, la felicidad, la risa y esto produce cambios en la frecuencia cardíaca, presión sanguínea, coloración y expresión facial, tono muscular, tono de la voz y producción de una serie de hormonas y neurotransmisores como la adrenalina y las endorfinas.

Hasta el momento, los diversos estudios científicos realizados sobre el llanto mostraron que sólo los seres humanos han desarrollado la hipersecreción de lágrimas psico-emocionales en respuesta a ciertos estados y circunstancias como parte de su comportamiento. Sin embargo, la producción de lágrimas no sucede hasta los dos o tres meses de edad, entonces…

¿Cómo va cambiando ese llanto durante la vida?
¿Cambia su forma? ¿Cambian los motivos?

Vamos paso a paso…

Dentro de las criaturas más vulnerables e indefensas del reino animal están los cachorros, en especial los cachorros humanos, bebés, niños y niñas, que dependen de sus cuidadores para satisfacer sus necesidades básicas durante un periodo extenso de tiempo. Los cachorros humanos tardan todo un año en desarrollar la habilidad de caminar, y así y todo tardan un par de años más en pulir esa capacidad para poder mantenerse cerca o seguir a sus cuidadores, por lo que utilizan el llanto como medio para garantizar que dichas necesidades sean satisfechas. Sumando a esto, según el etólogo Konrad Lorenz, la apariencia física de los bebés (cabeza grande, cara redondeada y ojos grandes) genera ternura y motiva al cuidado, una clara adaptación evolutiva que permite la supervivencia de la descendencia.

Luego de esta dosis extrema de ternura que nos dio Gato (gato con botas de Shrek), retomemos el llanto de los bebés, que en esta primera etapa ocurre en respuesta a la angustia que les produce la separación de sus cuidadores o como una llamada de auxilio disparada por la sensación de incomodidad, dolor o malestar físico -por ejemplo, hambre, frío o sueño- y la falta de atención o cuidado. Las madres (o cuidador/a principal) tienen una gran capacidad de reconocer el llanto de su propia cría, incluso pueden distinguir entre distintos grados de malestar y reaccionar más rápido a aquellos llamados asociados al dolor. Estos primeros llantos son puramente acústicos, vocalizaciones similares a la de cachorros de otras especies, que de acuerdo con algunas teorías tiene como función más relevante mantener la cercanía con sus cuidadores, es decir, se asocia a un comportamiento de apego. Otros postulan que este llanto en respuesta a estímulos externos podría servir para descargar el exceso de energía y tensión, y de esta manera regular el equilibrio interno, sin embargo esta teoría es más difícil de validar, cualquiera con una bendi en casa puso esa hipótesis a prueba.

Curiosamente las características y los motivos del llanto van cambiando durante la vida del individuo, a medida que vamos creciendo comienzan a disminuir las vocalizaciones y se suma la producción de lágrimas. Es decir, pasamos de un estímulo puramente acústico a uno casi exclusivamente visual, lo que tiene una estricta relación con las ventajas adaptativas del llanto según la etapa de nuestra vida y el ambiente que habitamos. Profundicemos:

¿Ver o Escuchar? Esa es la cuestión…

Y acá estamos en presencia de dos tipos de señales bien diferentes. En una primera evaluación general, el llanto acústico tiene como ventaja que puede ser escuchado a la distancia, durante el día y la noche, y que pueden atravesar ciertas barreras, además de que pueden ser “prendido o apagado” sin dejar rastros. A la señal visual, dada por el llanto con lágrimas -silencioso- se suma la musculatura facial que permite expresar una serie variada de emociones como enojo, sorpresa, tristeza, miedo, felicidad, entre otras. Además, todo esto sucede en la cara, lugar del cuerpo donde se localiza todo el aparato encargado de sensar la información y dado que los humanos somos netamente sociales, nos es vital poder leer la emoción de un otro para responder adecuadamente. Esas emociones se traducen en ciertas expresiones faciales que se mantienen en los humanos, en todas las culturas determinadas combinaciones de posición de cejas, ojos y boca significan lo mismo, incluso para el extraterrestre Paul (película del 2011). Todo esto tiene como ventaja que podemos dirigir la señal a individuos específicos, lo cual no es un detalle menor y ya vamos a ver por qué.

Dada sus características de amplio alcance, el llanto con sonido tiene como desventaja la posibilidad de llamar la atención de otros seres que podrían ser potenciales agresores, en los humanos primitivos, podía ser un predador, en nuestra sociedad actual, algún vecino antipático o alguien en la cola del súper, esto es porque muchas veces el llanto con ruido puede generar una sensación de irritación o agresividad en quien lo escucha.

En este sentido, se ha observado que las lágrimas parecen haber evolucionado como una señal que promueve el cuidado, debido a que inducen una sensación de vínculo y empatía hacia quien llora, evitando el descuido y, por sobre todo, disminuyendo el impulso agresivo evocado por el llanto vocal. Además, a medida que los niños son más autónomos para acercarse cuando necesitan algo, la señal acústica se hace menos necesaria y la señal visual es suficiente para informar al cuidador sobre las necesidades o debilidades, cobrando relevancia ya que hace posible evitar llamar la atención de predadores/vecinos/conciudadanos potencialmente peligrosos.

El ser humano posee una infancia prolongada durante la cual el cerebro continúa desarrollándose, aprendiendo y generando nuevos circuitos neuronales para adaptarse al medio en el que vivimos. Durante este periodo, niños y niñas dependen de sus cuidadores adultos para satisfacer sus necesidades básicas y sociales por lo que es sumamente importante contar con alguna herramienta que pueda inducir de forma eficiente el cuidado, el amor y la protección. Para eso, la evolución les proporcionó las lágrimas, además de los tersos mofletes y el exquisito olor a bebé (incluso Glade se benefició de esto último).

¿Qué sucede cuando somos adultos?

Cuando nos convertimos en adultos, no dejamos de llorar, aunque el llanto pierde su valor adaptativo de supervivencia y los motivos que lo provocan son más diversos. Esto se debe, en parte, a un mayor desarrollo socio-emocional. Dentro de los disparadores más comunes está la sensación de impotencia, generalmente combinada con otras emociones como la tristeza, el enojo, el miedo o la decepción. También la empatía y la compasión, algo que queda en evidencia cuando vemos películas, series o novelas y nuestro personaje preferido sufre. Aparecen también las emociones positivas capaces de generar lágrimas, relacionadas con el sentimiento abrumador de alegría, euforia, optimismo o gratitud. A través del llanto psico-emocional podemos expresar aquellos sentimientos que no logramos mostrar de otra manera. En general sentimientos que nos desbordan. Llorar por dolor físico o malestar, que eran los disparadores principales en la infancia, en la adultez no está bien visto, y en muchas culturas es un signo de debilidad, porque por mucha tecnología que nos vista, nuestra naturaleza sigue usando taparrabos. Y cuándo o por qué lloramos cuando somos adultos, o mejor dicho cuándo o por qué lloramos en público cuando somos adultos, sí tiene que ver con una construcción cultural y de género. Hay culturas para las cuales las manifestaciones emocionales deben dejarse para la intimidad, y hay otras para las cuales deben mostrarse para no parecer “insensible”. Suele haber consenso en las siguientes situaciones: llorar de risa, por gratitud o durante la muerte de algún ser querido. Pero público o privado, el llanto, considerado como una forma más de comunicarnos con quienes conforman nuestro entorno, es una señal que aprendemos a decodificar viviendo en sociedad, y, como tal, deberíamos quitarle el estigma negativo. Las lágrimas, como dijimos previamente, generan simpatía y compasión, y si son de risa, encima contagian y a quién no le gusta una buena sesión de risas. Respecto de los efectos sobre quien llora, podemos mencionar que generan sensación de tranquilidad y bienestar dado que se liberan endorfinas, sustancia que ayuda a contrarrestar el efecto de la adrenalina y la postura de lucha o escape. También ayuda a estabilizar el humor, haciendo de catalizador, lo que explica que a veces necesitemos ver esa “película de llorar” o escuchar música melancólica. Así que ya saben…

 

 

Por Laura Fraccaroli y Verónica De Pino

Fuentes: 

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