– Te veo muy preocupada…
– Y si, tengo que hacer EL informe de cierre de año, rendir finales, organizar las fiestas, todos los grupos se quieren juntar al mismo tiempo, y encima no llego a fin de mes..
– Pero cuídate, con tanto estrés real que no vas a llegar a fin de mes.
En este diálogo, nos podemos preguntar, a qué se refiere con “estrés”. Según la RAE, el estrés es “una tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”, pero ¿es tan malo como parece?
Aunque siempre se utilice la palabra estrés para hacer referencia a algo negativo, no es siempre el caso, ya que sin el estrés, no hubiésemos sobrevivido!
¿Qué significa esto? Bueno que ante situaciones de estrés, los animales naturalmente respondemos de dos maneras, enfrentándonos o huyendo de la situación, la respuesta del organismo conocida como fight or flight (lucha o vuelo).
Este tipo de respuesta dura poco tiempo y es clave para la supervivencia. Durante este corto periodo de tiempo, muchas señales de rápida acción son activadas para que el organismo se prepare para la pelea o el escape.
Pero… ¿Cómo sucede esto? Los animales detectamos el estrés a través de los sentidos, y ante una situación de peligro, un área pequeña de nuestro cerebro, el hipocampo, activa un sistema de alarma en el cuerpo para que produzca unas hormonas específicas que son los mensajeros que se encargan de informar al resto del cuerpo lo que está pasando. La adrenalina, la noradrenalina y el cortisol, son las principales hormonas del estrés liberadas por el cuerpo. Entre muchas de sus funciones, la adrenalina es la responsable de que lata más rápido nuestro corazón y aumente la presión arterial, que es algo que podemos notar usualmente. El cortisol, tiene algunas funciones que están un poco más ocultas. Es, entre otras cosas, el encargado de aumentar el azúcar en sangre clave para que funcione el cerebro óptimamente y que los músculos puedan tener la energía suficiente para, entre otras cosas, huir. El cortisol también reduce funciones no esenciales para el momento de lucha o huida como es la digestión (Nunca te pasó que arrancaste a discutir en medio de la cena y te cayó mal la comida? Por eso, cuidate del estrés de diciembre en las fiestas!) o la ovulación. De esta manera, el organismo dispone de toda su energía para afrontar esa situación de peligro. Una vez que las señales de peligro desaparecen, los niveles de estas hormonas deberían bajar y comienzan a liberarse otras como la dopamina que nos hace sentir satisfacción como mecanismo de recompensa.
Pero no todo estrés tiene duración de minutos u horas, como es el caso de una amenaza por un depredador… y ese es el problema. En el estrés crónico, que dura varias horas por día, y se mantiene por semanas o meses, se prolonga a largo plazo la liberación de estos mensajeros que te comentamos más arriba, involucrando otro tipo de respuesta con efectos significativos no deseables en el cuerpo humano.
Mientras que el estrés de corta duración (estrés agudo) mejora las funciones del sistema inmune, el estrés crónico puede afectarlas negativamente. ¿Cómo lo hace?
Cuando la respuesta es aguda o de corta duración, esta favorece que los componentes del sistema inmune recirculen por nuestros vasos sanguíneos favoreciendo su llegada a zonas de posibles heridas. En cambio, si esta respuesta se perpetúa puede generar que las células inmunes no se muevan y eso no es bueno para su función. Además, en personas con estrés sostenido se observó una reducción de la producción de anticuerpos que son importantes para la defensa contra los organismos que nos pueden enfermar, y de otras funciones importantes del sistema inmune.
Pero esto no termina acá. El estrés crónico acelera el envejecimiento de las células del sistema inmune (sí, nuestras células también se ponen viejas!), haciendo que éstas vivan menos tiempo del que deberían vivir, debilitando nuestras defensas.
Aunque parezca increíble (y acá te contamos algo que no todos saben sobre el sistema inmune), hay células en nuestro cuerpo que se multiplican sin parar formando “masas” que en muchos casos pueden volverse malignas. Esto se da frecuentemente y por eso el organismo tiene una forma de control: sí, el sistema inmune. Si estas células no son eliminadas por el sistema inmune, pueden transformarse en células cancerosas. Esto quedó demostrado en muchos estudios cuando al someter a los ratones a estrés crónico se vio cómo se favorecía la aparición de tumores y el cáncer progresaba.
El debilitamiento del sistema inmune por el estrés crónico, va a facilitar que nos enfermemos más frecuentemente con bacterias, virus y parásitos.
Existen situaciones estresantes que no podemos evitar (como situaciones traumáticas) que usualmente no son fáciles de manejar. Por eso, es importante que se proporcione un enfoque integral y multidisciplinario para gestionar el estrés, esto aplica no solo a personas que tengan trastornos relacionados con el estrés sino que sería útil para todos los individuos. Esto incluye terapias cognitivo-conductuales, educación sobre gestión de emociones, técnicas de relajación, entre otras. Y por supuesto que recomendamos consultar con profesionales para evitar el estrés sostenido, como psicólogos y psiquiatras.
Un adecuado manejo del estrés se traduce en una mejor salud mental ( te invitamos a leer nuestra nota sobre salud mental en lo que es el mundo de hoy: El cerebro de ayer en el mundo de hoy: ¿Cómo nos afectan las redes sociales?) y calidad de vida. Varios estudios demuestran que la terapia cognitiva-conductual, la meditación y el yoga, mejoran las funciones del sistema inmune. También se han observado efectos beneficiosos en la realización de actividad física de intensidad moderada, que además de mejorar el estado anímico (por la producción de varios mensajeros “placenteros” en el cerebro) y de salud del individuo, disminuye la inflamación y mejora la vigilancia del sistema inmune.
Aunque la vida nos sumerja continuamente en un torbellino de tensiones y desafíos (y más en el nuevo mundo de las redes sociales), como te contamos la ciencia avala la importancia de aferrarnos a esos instantes que nos regalan paz, esos pequeños oasis de calma que nos hacen respirar profundo. Busquemos en lo cotidiano esos destellos que nos recuerdan que aunque el estrés es una respuesta evolutiva que nos une con nuestros ancestros (y evidentemente nos ha sido muy útil) no define nuestra existencia. Permitámonos abrazar momentos de felicidad y tranquilidad, hallar la serenidad en pausas laborales, en la actividad física, en el contacto con la naturaleza.
Así que ya sabés, el estrés puede ser como un invitado no deseado: llega sin ser llamado, se queda demasiado y se porta mal (para qué me invitan si saben como me pongo). Pero no te preocupes, siempre hay formas de echarlo o al menos hacer que se comporte. ¡Recuerda, la vida es demasiado corta para dejar que el estrés sea el DJ que controle la música de tu vida!
Por Lorenzo Erra y María Paula Morelli
Leer un poco más:
– The Impact of Everyday Stressors on the Immune System and Health
– Stress, catecholaminergic system and cancer
– Effects of stress on immune function: the good, the bad, and the beautiful
– Stress and the dopaminergic reward system